Pregunta. Después de que la labor coordinada entre los Mossos d’Esquadra y la gendarmería francesa casi lo atrapara en enero de 2012 durante ‘El caso del hombre con suerte’, ¿por qué se ha empeñado en seguir cometiendo asesinatos?
Respuesta. Me gustaría responder a la pregunta con una frase clásica
en mis colegas como: continúo matando porque lo necesito, porque no puedo vivir
sin arrebatar, porque estoy realmente loco… pero me sentiría un poco ridículo
porque dentro de mí no es la verdad. O mejor, porque la verdadera respuesta es:
estoy obsesionado. Estoy obsesionado porque desde que me metí en este mundillo
de los homicidios por curiosidad, encontré algo que llevaba mucho tiempo
buscando: una identidad y un sentido en mi vida. Desde que nací nunca me he
sentido cómodo con el papel que la sociedad me ha ido asignando. Ya sea de
hijo, estudiante o adulto, nunca me identifiqué realmente con nada hasta que
probé el sabor de la sangre. Cuando esto ocurrió, descubrí que ya no pude,
físicamente incluso, resistirme a seguir y desarrollar esta nueva identidad. En
el ‘Caso del hombre con suerte’ no solo habían encontrado mi guarida sino que,
como tú dices, casi me atrapan. Al final pude escapar pero pagando un alto
precio. Por si fuera poco, a partir de ahí, la persecución policial se volvió
más tozuda, y surgieron varias investigaciones extraoficiales que van por ahí
en búsqueda de mi cabeza. Pero este sentimiento a continuar es más fuerte que
yo. Es una especie de ansia de perfección. Una manía de concluir algo que
empecé, tal vez. No es el pensamiento puro de: tengo que matar porque lo
necesito. Porque estoy totalmente convencido de...
P. ¿De
que fue un error?
R. Digámoslo
todo: nadie cree, que sea noble haber destruido la vida de quince personas solo
por buscar una identidad personal. Es más, desde la perspectiva común, este hecho
resulta terrible: ¿qué persona tan despiadada y egoísta podría hacer algo así?
Pero yo me miro al espejo desde el conocimiento y puedo decirlo bien claro: no
soy tan malo. Solo soy uno más que intenta interpretar de la mejor manera el
papel que le da un sentido en este mundo. A veces me digo: tal vez me podría
conformar con mi simple rol de profesor de primaria, con una vida cómoda y sin
derramar sangre alguna. Pero he sido impetuoso, ambicioso, y esto, paradójicamente,
también me ha arruinado la vida.
P. ¿Hasta
qué punto?
R. Básicamente en los detalles que marcan mi día a
día. Por ejemplo: solía ser un habitual en el
restaurante japonés de calle Zamora, el sushi que hacen allí es algo que
me fascina. Sin embargo, las últimas veces que fui, tuve la mala suerte de
coincidir con cenas en las que participaban agentes de la ley. Sé que es
probable que hayan elegido el sitio más por gusto y menos por mi búsqueda, pero
no me siento cómodo ni disfruto tanto de la comida estando al lado de gente que
vive por y para encontrarme. Otro ejemplo lo tienes ante tus ojos: me hubiera
gustado poder haber atendido a EL VESPERTINO en una cafetería o en el salón de
mi propia casa sin tener que llevar esta ridícula máscara ni tener que cachear
a nadie antes de empezar con la charla, pero mi actual estilo de vida ha
forjado en mí una desconfianza generalizada como método de defensa que no me
gusta. Estas pequeñas cosas solo son unos eslabones más en una cadena que se va
alargando demasiado. Me considero una persona sencilla que disfruta con los
pequeños placeres de la vida, por lo que me afecta terriblemente tener que
renunciar a muchos de ellos. Afortunadamente he podido adaptar algunas de mis
aficiones a mi nuevo estilo de vida: Ahora, por ejemplo, estoy aprendiendo a
cocinar Sushi por mi cuenta, aunque no es lo mismo.
P. ¿Ha
valido entonces la pena pagar un precio tan alto?
R. Si me hubieses hecho esta pregunta al principio
mi contestación habría sido clara: No. Pero, como te he dicho, todo es cuestión
de adaptarse. Ahora que ya llevo casi tres años en esto te puedo decir rotundamente
que sí, que ha valido la pena. Y no solo eso, cada vez me siento más maduro y
disfruto más con lo que hago.
P. ¿Por
qué?
R. Porque
vas entendiendo el lenguaje del juego y aprendes a moverte mejor. Al principio,
mis conocimientos sobre los homicidios provenían más de la literatura que de
los hechos reales. Procuraba hacerlo todo muy poético, pero mis movimientos resultaban
ser bastante torpes. Afortunadamente, la policía tardó tres casos en relacionar
las cosas para seguir mi pista, lo cual me ha dado mucho tiempo de
planificación y a ellos, un gran hándicap. A partir de esos primeros casos
aprendí a moverme y a preparar las cosas mejor para no ser atrapado. Ahora, con
la llegada del FBI al país, la cosa se ha vuelto muy interesante. Tendré que
concentrarme al máximo para seguir pasando por desapercibido.
P. ¿Se
ha planteado alguna vez abandonar los asesinatos en serie y empezar una nueva
vida?
R. Es
difícil. Tal vez lo intente algún día. Pero el problema verdadero es que cuando
has llegado a este grado de prestigio, si vuelves atrás te arriesgas a tirar
por la borda todo lo que has hecho. Todos mis crímenes me condenan socialmente
y, quizás, espiritualmente, pero a la vez forja mi papel en la historia y da
sentido a mi vida. Sé que si sigo así tarde o temprano me atraparán, pero
quiero seguir divirtiéndome, y mi actual estilo de vida cumple este propósito.
P. ¿Cómo
explicaría, entonces, a las familias de las quince víctimas que usted se ha
divertido asesinándolos?
R. Veo que no me expresé con las palabras
adecuadas. Sobre esta cuestión me
gustaría matizar y dejarlo todo bien claro. Como muchos otros colegas asesinos
seriales, disfruto considerablemente más con el procedimiento que con el propio
acto de asesinar. Es más, acabar con la vida de alguien es lo que menos placer
me da en todo el proceso, sin embargo acciones como seleccionar el lugar y la
hora del crimen, preparar lo que yo llamo la ‘puesta en escena’, es lo que más
me realiza hoy por hoy. Me atrae en este sentido la filosofía oriental, y por
eso no le doy tanta importancia al fin en sí como al proceso, como al camino. Haciendo
referencia a lo que he dicho antes, sé que lo que hago no es algo noble y,
además, odio hacer desgraciadas las vidas de las personas con mis actos. Esto
lo intento compensar eligiendo siempre asesinar a las personas más
desagradables que me encuentro. Aunque claro, nadie lo es del todo. Volvemos a
lo oriental: cada uno guarda un Yin y un Yang. En otras palabras, mi intención
es hacer el menor daño posible, pero soy consciente de que con mis actos es inevitable
no dejar triste a alguien.
P. Por
eso usted comete los asesinatos utilizando sedantes.
R. Exacto,
busco que mis víctimas sufran lo menos posible. Durmiéndolas poco a poco
mediante sedantes creo que es la forma más indolora y, a la vez, más eficaz
de cometer acabar con mis víctimas. Considero que es la mejor forma de morir,
por eso a veces pienso que en realidad les hago un favor ya que les privo de un
peor final. Habría gente que pagaría por morir así.
P. De
ahí se le ha bautizado como La muerte
dulce.
R. Supongo
que esa es la principal causa. Otro motivo viene de mi firma: El beso color
carmín en la cara de las víctimas. Durante los primeros casos la policía se
creyó que yo era algo así como una especie de Femme Fatale. Ese seudónimo que me dieron, fue pensado
originalmente para un perfil de homicida femenino. Me sorprende que después de
casi tres años lo sigan conservando.
P. ¿Por
qué ha decidido, en plena búsqueda y captura de su persona, ofrecer justo ahora
una entrevista?
R. Podría
decir que quería acercar mi imagen, la imagen del asesino serial, al resto de
población, contando los sucesos desde mi perspectiva. Pero mi verdadera
intención es bien diferente y va a
dirigida tanto a la policía como a vosotros, la prensa: Detesto ser La muerte dulce. Por favor, buscadme otro
nombre●