sábado, 10 de mayo de 2014

“No soy tan malo”


Pregunta. Después de que la labor coordinada entre los Mossos d’Esquadra y la gendarmería francesa casi lo atrapara en enero de 2012 durante ‘El caso del hombre con suerte’, ¿por qué se ha empeñado en seguir cometiendo asesinatos?
Respuesta. Me gustaría responder a la pregunta con una frase clásica en mis colegas como: continúo matando porque lo necesito, porque no puedo vivir sin arrebatar, porque estoy realmente loco… pero me sentiría un poco ridículo porque dentro de mí no es la verdad. O mejor, porque la verdadera respuesta es: estoy obsesionado. Estoy obsesionado porque desde que me metí en este mundillo de los homicidios por curiosidad, encontré algo que llevaba mucho tiempo buscando: una identidad y un sentido en mi vida. Desde que nací nunca me he sentido cómodo con el papel que la sociedad me ha ido asignando. Ya sea de hijo, estudiante o adulto, nunca me identifiqué realmente con nada hasta que probé el sabor de la sangre. Cuando esto ocurrió, descubrí que ya no pude, físicamente incluso, resistirme a seguir y desarrollar esta nueva identidad. En el ‘Caso del hombre con suerte’ no solo habían encontrado mi guarida sino que, como tú dices, casi me atrapan. Al final pude escapar pero pagando un alto precio. Por si fuera poco, a partir de ahí, la persecución policial se volvió más tozuda, y surgieron varias investigaciones extraoficiales que van por ahí en búsqueda de mi cabeza. Pero este sentimiento a continuar es más fuerte que yo. Es una especie de ansia de perfección. Una manía de concluir algo que empecé, tal vez. No es el pensamiento puro de: tengo que matar porque lo necesito. Porque estoy totalmente convencido de...
P. ¿De que fue un error?
R. Digámoslo todo: nadie cree, que sea noble haber destruido la vida de quince personas solo por buscar una identidad personal. Es más, desde la perspectiva común, este hecho resulta terrible: ¿qué persona tan despiadada y egoísta podría hacer algo así? Pero yo me miro al espejo desde el conocimiento y puedo decirlo bien claro: no soy tan malo. Solo soy uno más que intenta interpretar de la mejor manera el papel que le da un sentido en este mundo. A veces me digo: tal vez me podría conformar con mi simple rol de profesor de primaria, con una vida cómoda y sin derramar sangre alguna. Pero he sido impetuoso, ambicioso, y esto, paradójicamente, también me ha arruinado la vida.
P. ¿Hasta qué punto?
R. Básicamente en los detalles que marcan mi día a día. Por ejemplo: solía ser un habitual en el  restaurante japonés de calle Zamora, el sushi que hacen allí es algo que me fascina. Sin embargo, las últimas veces que fui, tuve la mala suerte de coincidir con cenas en las que participaban agentes de la ley. Sé que es probable que hayan elegido el sitio más por gusto y menos por mi búsqueda, pero no me siento cómodo ni disfruto tanto de la comida estando al lado de gente que vive por y para encontrarme. Otro ejemplo lo tienes ante tus ojos: me hubiera gustado poder haber atendido a EL VESPERTINO en una cafetería o en el salón de mi propia casa sin tener que llevar esta ridícula máscara ni tener que cachear a nadie antes de empezar con la charla, pero mi actual estilo de vida ha forjado en mí una desconfianza generalizada como método de defensa que no me gusta. Estas pequeñas cosas solo son unos eslabones más en una cadena que se va alargando demasiado. Me considero una persona sencilla que disfruta con los pequeños placeres de la vida, por lo que me afecta terriblemente tener que renunciar a muchos de ellos. Afortunadamente he podido adaptar algunas de mis aficiones a mi nuevo estilo de vida: Ahora, por ejemplo, estoy aprendiendo a cocinar Sushi por mi cuenta, aunque no es lo mismo.
P. ¿Ha valido entonces la pena pagar un precio tan alto?
R. Si me hubieses hecho esta pregunta al principio mi contestación habría sido clara: No. Pero, como te he dicho, todo es cuestión de adaptarse. Ahora que ya llevo casi tres años en esto te puedo decir rotundamente que sí, que ha valido la pena. Y no solo eso, cada vez me siento más maduro y disfruto más con lo que hago.
P. ¿Por qué?
R. Porque vas entendiendo el lenguaje del juego y aprendes a moverte mejor. Al principio, mis conocimientos sobre los homicidios provenían más de la literatura que de los hechos reales. Procuraba hacerlo todo muy poético, pero mis movimientos resultaban ser bastante torpes. Afortunadamente, la policía tardó tres casos en relacionar las cosas para seguir mi pista, lo cual me ha dado mucho tiempo de planificación y a ellos, un gran hándicap. A partir de esos primeros casos aprendí a moverme y a preparar las cosas mejor para no ser atrapado. Ahora, con la llegada del FBI al país, la cosa se ha vuelto muy interesante. Tendré que concentrarme al máximo para seguir pasando por desapercibido.

P. ¿Se ha planteado alguna vez abandonar los asesinatos en serie y empezar una nueva vida?
R. Es difícil. Tal vez lo intente algún día. Pero el problema verdadero es que cuando has llegado a este grado de prestigio, si vuelves atrás te arriesgas a tirar por la borda todo lo que has hecho. Todos mis crímenes me condenan socialmente y, quizás, espiritualmente, pero a la vez forja mi papel en la historia y da sentido a mi vida. Sé que si sigo así tarde o temprano me atraparán, pero quiero seguir divirtiéndome, y mi actual estilo de vida cumple este propósito.
P. ¿Cómo explicaría, entonces, a las familias de las quince víctimas que usted se ha divertido asesinándolos?
R. Veo que no me expresé con las palabras adecuadas. Sobre esta cuestión me gustaría matizar y dejarlo todo bien claro. Como muchos otros colegas asesinos seriales, disfruto considerablemente más con el procedimiento que con el propio acto de asesinar. Es más, acabar con la vida de alguien es lo que menos placer me da en todo el proceso, sin embargo acciones como seleccionar el lugar y la hora del crimen, preparar lo que yo llamo la ‘puesta en escena’, es lo que más me realiza hoy por hoy. Me atrae en este sentido la filosofía oriental, y por eso no le doy tanta importancia al fin en sí como al proceso, como al camino. Haciendo referencia a lo que he dicho antes, sé que lo que hago no es algo noble y, además, odio hacer desgraciadas las vidas de las personas con mis actos. Esto lo intento compensar eligiendo siempre asesinar a las personas más desagradables que me encuentro. Aunque claro, nadie lo es del todo. Volvemos a lo oriental: cada uno guarda un Yin y un Yang. En otras palabras, mi intención es hacer el menor daño posible, pero soy consciente de que con mis actos es inevitable no dejar triste a alguien.
P. Por eso usted comete los asesinatos utilizando sedantes.
R. Exacto, busco que mis víctimas sufran lo menos posible. Durmiéndolas poco a poco mediante sedantes creo que es la forma más indolora y, a la vez,  más  eficaz de cometer acabar con mis víctimas. Considero que es la mejor forma de morir, por eso a veces pienso que en realidad les hago un favor ya que les privo de un peor final. Habría gente que pagaría por morir así.
P. De ahí se le ha bautizado como La muerte dulce.
R. Supongo que esa es la principal causa. Otro motivo viene de mi firma: El beso color carmín en la cara de las víctimas. Durante los primeros casos la policía se creyó que yo era algo así como una especie de Femme Fatale. Ese seudónimo que me dieron, fue pensado originalmente para un perfil de homicida femenino. Me sorprende que después de casi tres años lo sigan conservando.
P. ¿Por qué ha decidido, en plena búsqueda y captura de su persona, ofrecer justo ahora una entrevista?
R. Podría decir que quería acercar mi imagen, la imagen del asesino serial, al resto de población, contando los sucesos desde mi perspectiva. Pero mi verdadera intención es  bien diferente y va a dirigida tanto a la policía como a vosotros, la prensa: Detesto ser La muerte dulce. Por favor, buscadme otro nombre●