Me tocó conocer al mar como océano.
Me tocó descubrirlo desde el ojo de buey,
y observar en él series ondulantes de promesas
e infinitas sucesiones borrascosas de dudas.
Cuando cumplí los nueve me subieron a un avión
y entre los aires desaparecí para siempre.
Después de eso fui argentino, después español.
Y aunque pude ser catalán o alemán,
para el español siempre seré argentino
y para el argentino siempre seré español.
Desde esta orilla solo se ve el horizonte
y mientras espero un mensaje en la botella
solo ansío nadar y perderme en la inmensidad.
Nadie me había avisado cuando cumplí nueve:
El desarraigo no es algo que tenga solución.
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