lunes, 2 de agosto de 2010

Tardalona 4

Primera parte:

·1 Ferrán Corominas.

Por fin la había encontrado, allí estaba. Una compacta ciudad que apenas cabía en sus límites geográficos. Casas de piedra altas, de unas tres plantas cada una, encaraban hacia el mar, todas o casi todas con las luces encendidas -cosa que no había visto nunca en mi vida a estas horas-.

Se detuvo el barco en un pequeño muelle del puerto, -en el puerto no había demasiados barcos pero sorprendía que los barcos que había eran enormes- y, tras pagar unas monedas al barquero, desembarco yo sólo. Alzo la mirada y distingo los diferentes distritos de la ciudad: Enfrente mío (en el centro a ras de la costa) se encuentra el distrito portuario, básicamente se trata del amplio puerto, la lonja de pescadores, y unos pocos comercios y residencias; a mi izquierda, se encuentra el distrito comercial, allí se encuentran los pequeños comercios, los gremios de la ciudad y muchas residencias y algunas posadas; a mi derecha, castigada geográficamente debido a la proximidad de las montañas, se encuntra el distrito 3, también llamado distrito oscuro o distrito pobre donde la gente más humilde se agrupa en casas maltrechas viviendo en situaciones precarias. Es allí donde también se reúnen las peores personas de Tardalona; Justo en el centro de la ciudad se encuentra el distrito religioso, donde se destaca la gran iglesia de Santa Tecla, una iglesia neogótica demasiada grande para las necesidades de una ciudad que vive en el pecado; y, justo en la parte posterior del distrito religioso, sobre la montaña, se encuentra el distrito del palacio-fortaleza o distrito real. Allí es donde habitan las máximas autoridades civiles y militares de Tardalona en las mejores casas y donde habitaba el alcalde o gobernador de Tardalona Pompeu Bordas junto a todos sus sirvientes y guardias reales.

Desde cualquier punto de Tardalona se pueden distinguir y contemplar el campanario de la iglesia de Santa Tecla y el palacio-fortaleza real. Alzo la cabeza para contemplarlos y me doy cuenta que en la montaña, a mi derecha, un poco arriba del distrito 3 hay un pequeño incendio fuera del distrito, justo arriba. Bah, seguro que es el resultado entre una pelea de borrachos.

En la salida del puerto me encuentro con un guardia, se me acerca.

- Alto muchacho, ¿Cuántos años tienes?

- 17, señor…

-¿Señor? Jajaja, si la gente de por aquí fuese la mitad de educada que tú… En fin ¿Qué te trae por este sitio?

-Vengo, vengo por motivos familiares…

-¿Familiares? Ah, ya, bueno… Verás chaval, me tendrás que decir tu nombre completo, tu procedencia y me tendrás que entregar siete monedas de oro para el permiso de estancia.

-De acuerdo, aquí tiene las monedas –Se las entrego. Vaya, qué caro.– Me llamo Rafel Camuñas –Miento, por supuesto.– y soy de un pueblo cercano, Poble Nou.

-Muy bien joven –Apunta el nombre en una libreta y me da un pequeño pergamino donde pone "Permiso de Estancia".– ¡Bienvenido a Tardalona! Te recomiendo acudir a la taberna más popular “El gat Negre” situado en el distrito comercial, ¿sabes donde está, no? –Asiento – Ahí va todo el mundo.

-Muchas gracias guardia.

-Ah jajaja, disculpa, uno no oye esa expresión en este sitio todos los días… Que te vaya bien, chico, y ten cuidado, la gente aquí no es de fíar. –Se marcha andando.–

Justo cuando salgo del puerto había un cartel enorme que ponía “Permiso de estancia: Una moneda de plata” . ¡Maldita sea! Menuda novatada, bueno, mejor haber visto al guardia de buen humor… Ahora ya sé donde ir para obtener información.

Vale creo que es este sitio. Se trata de una casa alta de cuatro pisos donde a la vez la taberna hace de posada. El lugar parece amplio y en la puerta hay mucha gente tomando el aire o vomitando, olía a pis y a ron “El famoso olor a Tardalona”. Entro.

Era un amplio lugar, poco iluminado y estaba abarrotado, se podía ver gente de cualquier rincón del mundo en esta taberna, habían un par de esos llamados africanos, asiáticos o incluso moros, clases de persona que no había visto en mi vida. Sonaba música, se trataba de un trío: uno con una especie de violín, otro con algo parecido a una guitarra y otro con tambores, cantaban una canción popular llamada “Ron, siempre estaré contigo”. Entre la música, las charlas y los borrachos cantando el ruido era ensordecedor. Me acerco a un hombre que estaba sentado sólo y le muestro el único retrato de Blanca, mi hermana, hecho por un artista que paró una noche en nuestra granja durante una tormenta y como muestra de agradecimiento nos retrató en carboncillo. Este individuo olía fatal.

-No la la conozco, pero es muuy guapa, yo me la follaba jajajajaj…

-Disculpe señor, usted va demasiado borracho.

- ¿Sa sabes lo que pasa, sabes lo que pasa? Que tú, tú eres un puto crío ¿T ’ enteras?

Me dirijo a la barra, pues había un sitio vacío. Al lado de ese sitio había un viejo con un ojo vago. El mesero seguro que sabrá algo.

-Disculpe, ¿Está ocupado este sitio?

-Sí, está ocupado por mis mocos –Escupe en el taburete.– ¿Ves mocoso?

-¡Oh, vayase a la mierda!

-Jajajaja, me gustas chico, tienes carácter, ten, coge mi sitio, me da igual sentarme sobre mis gapos.–El viejo se levanta y en vez de sentarse en ese taburete escupido, le pega una patada y se va corriendo y gritando.

Me siento, llamo al mesero, se acerca. Se trataba de un hombre mayor, de unos sesenta años de edad, ojos claros. De pelo lacio, largo y atado. Era delgado y era bastante alto. Tenía una cara alargada con una mirada tristona y vestía con un traje marrón típico del momento. Portaba un sombrero rojizo de marinero.

-¿Qué tal chico?, no hagas caso al viejo Carreres, no está en sus cavales. me llamo William Joseph, pero me puedes llamar Billy Joe, bien, soy el encargado de este lugar, ten, invita la casa –Me extiende un vaso de Ron.– esto aquí es como el agua. ¿Qué te trae por aquí?.

-Verás –Le extiendo el retrato.– Busco a mi hermana, desapareció hace un año, mientras yo dormía y me llegó un chivatazo de que la habían llevado a esta ciudad. –Se lo doy.–

-Mmm –Lo examina.– Me suena y sí, creo haberla visto, ayer por la noche, con un italiano rico de esos que se vienen de fiesta. –Me devuelve el retrato.–

-¿Me puedes decir su nombre?

-Va, sí, porque ese chico es un auténtico gilipollas, un tal Marco Rossi, Russo…Vale, es Marco Rosso. Le puedes encontrar en la posada de enfrente, dile que se…–De repente se pone pálido al ver entrar a un robusto y también canoso hombre con pinta de bucanero que se acerca rápidamente.– Hmm… bueno chaval, suerte… He de hablar con un viejo amigo.

Satisfecho, me acabo el vaso de ron y al cavo de diez minutos más o menos me voy. Justo al llegar a la puerta de salida todo el mundo giró sus cabezas para ver la pelea a puño limpio entre Billy Joe y ese viejo bucanero. Me voy de este sitio.

2 comentarios: