domingo, 19 de febrero de 2012

Miope

Se sentía como Augusto Pérez, sobre los suelos de Silent Hill, paseando por Salamanca.
Imágenes borrosas cual cuadro de Turner decoraban el ambiente y todo su modelaje.
Una niebla espesa, bruma intensa, impenetrable, abarrotaba las casas y todos los lugares.

Pero este manto denso que del cielo cae y del agua crece,
pero este manto denso que de la nada vino y a la nada irá,
pero este manto denso, cuando allí desaparecía, aquí permanecía.

Hace unas semanas me di cuenta de que no veía bien
aunque nunca sabré como perciben el mundo los demás.
Hace unas semanas me di cuenta de que vivía rodeado por una
ausente bruma, que me abrazaba con sus incorpóreos brazos.
Hace unas semanas me di cuenta de que nunca estuve solo
pues esa eterna niebla me acompañó siempre con su presencia.

Eterna niebla, difuminadora de la realidad innecesaria: los detalles.
Eterna niebla, esfumado de todo lo que entendemos: las sombras.
Eterna niebla, escondite de todo lo esquivo y relativo: la verdad.

Pero también

Eterna niebla, difuminadora de todo lo esquivo y lo relativo: los detalles.
Eterna niebla, esfumado de la realidad innecesaria: las sombras.
Eterna niebla, escondite de todo lo que entendemos: la verdad.

Eterna niebla, pronto te echaré de menos.

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