miércoles, 31 de octubre de 2012

Ramificaciones

Zao Feng estaba colocado enfrente de la entrada del laberinto Rojo, una infraestructura tan antigua como imponente, construido a partir de setos bermellones colocados sobre un suelo de mármol. A su lado solo estaba el sabio que le había acompañado y quien le tenía que examinar de lo que sería su última prueba de valor.

-Recuerda, no pienses. Simplemente déjate llevar por tu instinto y en todo momento haz lo que te diga tu espíritu. -dijo el viejo- Te recuerdo que solo tendrás una oportunidad y que a cada paso que des no habrá vuelta atrás. ¿Alguna pregunta?

-¿Maestro, estaré solo en el laberinto?

-Mi estimado Zao, físicamente estarás solo pero tendrás que convivir con las opciones que a lo largo del camino rechaces. Recuerda, solo hay tres cosas que jamás vuelven atrás...

-La palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida, maestro.

-Has aprendido bien joven Zao. Sé que lo harás bien. Adelante, te esperaré a la salida.

Y sin decir nada el chico a paso lento e intentando mantener la respiración profunda se adentró en el laberinto. Sabía que la ansiedad era su peor enemigo pues esta le llevaría a tomar el camino erróneo, cosa fatal pues no podía jamás en dar vuelta atrás.

Esto lo comprobó nada más entrar al laberinto, pues nada más penetrar en él se dio la vuelta y notó que la puerta ahora era un muro de seto rojizo que crecía a su espalda a medida que el mismo joven avanzaba. Miró al cielo de la tarde y continuo de la manera más tranquila que pudo hasta la primera bifurcación.

Izquierda o derecha.

Entonces cerró los ojos y meditó por un instante.

Derecha.

Así que avanzó por ese camino pero algo raro notó con el rabillo del ojo: una sombra a su izquierda. Ladeó su cara y descubrió que aquella sombra no era más que él, Zao Feng, tomando el camino de la izquierda con un muro de setos que crecía, al igual que a él, en la espalda. 

"Trucos de los sabios" se dijo a si mismo y continuó con su travesía hacia la siguiente bifurcación. Cerró los ojos.

Izquierda.

Y volvió a notar que un alter ego, se dirigía al camino opuesto tomando así un rumbo diferente. 

Fue así como siguió avanzando y avanzando durante horas. Y a medida que avanzaba más se cansaba, más dudaba y más arrepentía de no haber tomado los caminos rechazados. Entonces ya de noche, calló cansado de rodillas al suelo.

"seguro que los otros ya han llegado a la salida mientras yo sigo avanzando cual caballo solitario por la estepa" Pensó. Después lloró. Después durmió.

Cuando se despertó, el sol naciente brillaba. Y con la misma duda e inseguridad siguió con su travesía hasta la siguiente ramificación. Esta vez eran tres sendas.

Centro.

Y mientras entraba por el camino central se giró de un lado al otro para ver a sus otras imágenes que penetraban los caminos de la izquierda y de la derecha. Ellos, como si de meros reflejos se tratasen, también le miraban con el mismo aire melancólico, de nostalgia por algo que no han vivido, por algo que no podrán vivir.

Fue ahí cuando Zao lo comprendió trodo y siguió andando esta vez a paso firme, casi corriendo, hacia las nuevas ramificaciones.

Izquierda.

Y a medida que avanzaba...

Derecha.

menos importancia le daba a sus reflejos...

Derecha.

y más convencido estaba de que el camino que estaba tomando...

Izquierda.

era el correcto.

Y fueron Izquierda, Centro, Derecha, Centro e Izquierda hasta que finalmente divisó que en el próximo cruce solo tenía una opción: la puerta de salida. En ella solo se podían ver dos cosas: la silueta del ocaso en el horizonte y una figura que le esperaba, era el maestro. Entonces nada más alcanzarle, Zao calló delante de él de rodillas y en un éxtasis de júbilo echó a llorar de felicidad

-Lo conseguí maestro, lo conseguí... -Dijo al cabo de unos minutos tras limpiarse las lágrimas con la manga. 

-Y permíteme decirte que lo has hecho estupendamente, Zao Feng.- Contestó el sabio con una sonrisa de par en par.

-Me... me dejé guíar por mi espíritu y conseguí superar el laberinto por el camino correcto... aun no me lo puedo creer, oh gran maestro.

El anciano le ofreció un jarro con agua que el joven bebió con mucho gusto. Y poniéndole su mano en el hombro le contestó:

-En efecto, has elegido la senda correcta puesto has elegido a aquella que realmente has querido con el corazón sin sentir remordimientos por haber abandonado las otras posibilidades.

Pero había una cosa que el joven no podía olvidar.

-Y sin embargo no estaba solo, las sombras...

-Siempre estuviste solo -interrumpió con calma el viejo- no obstante todas esas sombras que has visto no eran más que meros reflejos de lo que pudo haber sido y de lo que no fue. Caminos rechazados que fueron los elegidos desde sus perspectivas, sombras que ignoraron tu propia versión de tu propio destino.

-¿Y qué fue de ellas?

-Todas han salido por esta misma puerta y se han desvanecido con el sol. Todas antes que tú.

- ¿Significa acaso que fracasé? -comentó Zao preocupado.

-No podías estar más equivocado, ya te he dicho que has elegido el sendero verdadero, y no es otro que el que has deseado. Y te quiero mencionar que el hecho de haber marchado por la vía correcta no significa que ésta tenga que ser estrictamente la más larga, simplemente te dejaste llevar y tu espíritu te llevó por ese camino.

-¿Y ahora qué me espera?

-Te espera un banquete por todo lo alto que ya están preparando... Enhorabuena, no podía estar más orgulloso de ti.

-Muchas gracias maestro.

-Ahora ni soy tu maestro ni tú eres mi alumno. Ahora somos lo mismo.

Y los dos juntos regresaron al templo, sin mirar atrás.

martes, 30 de octubre de 2012

Etiquetas de cerveza

La atmósfera era pesada, la gente abundaba y la humedad pululaba por ese antro de poca monta al que íbamos siempre. Le tenía en frente, mirando a la mesa. Hacía un buen rato que había terminado su cerveza y ya jugueteaba con los papeles de la etiqueta ensimismado pero centrado en lo que tenía en mente. Yo mientras tanto esperaba su respuesta.

-De acuerdo...- me comentó finalmente mirándome a la cara.

Sin querer creérmelo le contemplé de arriba abajo y, en efecto, tanto el timbre de su voz, como sus ojos y su expresión no engañaban. Por primera vez en su vida iba en serio.

-Hagámoslo pues. Mañana a las doce, en el paseo- le contesté.

Asintió, nos levantamos y nos fuimos. Una vez más sin pagar.

Al día siguiente no acudió. Lo volví a ver en el bar más tarde, por la noche, sentado solo en la mesa de siempre arrancando la etiqueta de la cerveza ya consumida. Me siento en frente suyo, como siempre.

-Me fallaste... nos fallaste.

Entonces levantó tímidamente la mirada y la apartó en seguida, como si yo fuera un monstruo. Algo le preocupaba y mucho, lo notaba.

-¿Qué ocurre?

-Tengo miedo. - dijo casi susurrando.

-Si lo de esta mañana no era algo de riesgo alguno.

-No, no es eso.

Estaba tan ensimismado como siempre pero tan inseguro como nunca. Tenía que saber qué ocurría.

-¿Entonces qué es?

Miró entonces de un lado a otro y se acercó cuidadosamente a mí que por mero acto reflejo acerqué el oído a su cara.

-¿Por qué nunca nos dicen nada en este bar si siempre nos vamos sin pagar?

-Te equivocas, tú te vas sin parar, yo nunca pido nada. Tú en cambio pides siempre la cerveza.

Entonces levantó la mirada y más cerca al oído me susurró algo aun menos audible.

-¿Me has visto a mí alguna vez beber cerveza o solo me has visto arrancar las etiquetas de una cerveza vacía.?

De repente el ruido del ambiente se ahogó en la gravedad, las luces se atenuaron y la muchedumbre se ralentizó y entremezcló convirtiéndose así en un puré de presencias apagadas.

-¿Qué me quieres decir?- Dije efectuando la pregunta del millón.

-No existimos. No somos de este mundo.

-¿Cómo?

-Es sencillo: No nos relacionamos con nadie que no seamos nosotros, nadie nos hace caso ni nosotros a los demás, apenas dormimos, el mundo parece cambiar constantemente y el tiempo se comporta de una manera extraña sin que a nosotros ni siquiera nos importe. No existimos por lo tanto, al menos en este mundo. Es algo que me lo plantee mucho esta tarde, y es ahora mismo lo que creo... lo que siento.

No lo pude evitar, y, para su sorpresa me reí durante un buen rato. Le di una palmada en el hombro y le expliqué la realidad.

-Mira, ya sé que estás atravesando un mal momento y que a veces se te va un poco la olla, pero si  necesitas algo sabes que estoy aquí, que para eso somos hermanos. Tuvimos una infancia dura y por eso no nos relacionamos con tanta gente, y aun así seguimos teniendo a otras personas como a papá y a mamá. Otra cosa es que tu a veces no contactes con ellos, deberías volver a verles de hecho.

-Pero...

-¡Ni pero ni nada! tú te vienes mañana conmigo que he quedado a comer con ellos, como en los viejos tiempos ¿Qué te parece?

Y el ambiente volvió a acelerarse.

Ya entonces, la atmósfera era pesada, la gente abundaba y la humedad pululaba por ese antro de poca monta al que íbamos siempre. Le tenía en frente, mirando a la mesa. Hacía un buen rato que había terminado su cerveza y ya jugueteaba con los papeles de la etiqueta ensimismado pero centrado en lo que tenía en mente. Yo mientras tanto esperaba su respuesta.

-De acuerdo...- me comentó finalmente mirándome a la cara.

Sin querer creérmelo le contemplé de arriba abajo y, en efecto, tanto el timbre de su voz, como sus ojos y su expresión no engañaban. Por primera vez en su vida iba en serio.

-Hagámoslo pues. Mañana a las doce, en el paseo- le contesté.

Asintió, nos levantamos y nos fuimos. Una vez más sin pagar.

viernes, 26 de octubre de 2012

Construyendo una entrada

Para construir esta entrada primero necesito que Fefo Torco no pierda el pedigrí.
Para que Fefo Torco no pierda el pedigrí necesito que lo lleves al veterinario.
Para que lo lleves al veterinario, necesito que uses mi coche.
Para que uses mi coche necesito que lo recojas al autolavado.
Para que lo recojas al autolavado necesito que lleves mi carnet.

Pero como no puedes llevar mi carnet porque tengo que ser yo quien lo recoja,
no puedes ir al autolavado a recoger el coche
y por lo tanto no puedes usarlo
y por lo tanto no puedes llevar a Fefo Torco al veterinario
y por lo tanto no puedes evitar que Fefo Torco pierda el pedigrí
y por lo tanto no puedes hacer que yo construya esta entrada.

Ojalá fueses yo, para poder ir a recoger el coche al autolavado
y así podrías usarlo para llevar a Fefo Torco al veterinario
y así  Fefo Torco jamás perdería su valioso pedigrí.
¡Ojalá fueses yo para que me permitieses construir esta entrada!

Roja pasión

Tormenta otoñal,
cascada de sangre,
dos besos al aire
tus ojos brillantes,
un morado en el brazo
y mi corazón aun late
si me bloqueas el vazo
borracheras y discusiones
miradas perdidas
duras emociones
un cambio constante
tu presencia letal
y yo sin saber amarte
en mi  una loca emoción
y en ti una roja pasión.

Ven.

domingo, 14 de octubre de 2012

Círculo de Brujas

Si quieres emborracharte, Salamanca es tu sitio. Buena bebida, grandes servicios ¡y a módicos precios!. Se dice, que es una de las ciudades con más bares por habitante de toda Europa. Su historia, el carácter de sus habitantes ¡los charros! y, sobretodo, su ambiente de ciudad universitaria, favorecen claramente a convertir a esta urbe perdida en medio de los campos de Castilla a ser Salamanca: "la ciudad de las grandes borracheras".

Pues eso, la noche Salmantina es larga, nublada y fría, así que no hay nada mejor que entrar en calor... y no hay forma de entrar en calor que degustando alguno de los brebajes más característicos de Salamanca: "la ciudad de las grandes borracheras".

Obviando al destructivo "Solitario", de los bares rockeros, o a la célebre "Guinda", del Bar Bolero, quiero destacar a una bebida especial servida en un lugar donde ya no me acuerdo exactamente donde está. Me refiero en efecto al "Monstrum", del bar Círculo de Brujas.

Como ya he dicho antes, el Círculo de Brujas es un bar perdido entre las lagunas de mis resacas. Solo sé que alguna vez estuve allí en ese ambiente poco iluminado con incandescentes velas perfumadas gracias a un almizcle de lo más particular. Pocas mesas (¡o ninguna!) decoran al oscuro suelo de baldosa que está frente a la barra presidido por dos ancianas hermanas "las brujas".

Tras entablar una breve conversación con ellas (como cuando les pregunté como se podía formar un círculo de brujas solo con dos integrantes (¡es geométricamente imposible!)) me mandaron a callar desafiándome al "reto Monstrum" que no es ni nada más ni nada menos que beber tres chupitos Monstrum seguidos (originalidad ante todo). Así que como buen macho vergatario que soy, acepté sin dudarlo y me bebí primero uno, después el otro y el tercero para el final. Dejándome con una cara, según escuché, "de gilipollas perdido, pero feliz al fin y al cabo".

El resultado: Una borrachera perfecta, porque "llegué" a casa al amanecer convencido de haber pasado la noche más completa desde que yo tengo memoria (Al menos más completa desde la famosa salida con El Petao, "el dios campechano de Salamanca"). Más completa, me refiero, porque me acosté convencido de haber bailado como el mejor, convencido de  haberme codeado con las chicas más hermosas y convencido de haber sido por primera vez el centro de todo lo bello que había en Salamanca esa misma noche (¡Y sin derramar la más mínima gota de bilis!). Y todo gracias al efecto "Monstrum", seguro estaba. Y con esa sonrisa de borracho estúpido convencido de ser Dios me acosté de bruces en mi cama.
.
Cuando me desperté, ya estaba bien avanzada la tarde. Y sin sentir remordimiento de haber faltado una vez más a la universidad por culpa de la fiesta (cuestión de prioridades) me despierto sin levantarme de la cama consciente de las lagunas que olvidé la noche anterior. 

En fin, la cuestión es que tardé al rededor de diez minutos en enterarme de que a los pies de la cama una gran sombra peluda y oscura como la noche me miraba con sus ojos blancos expectante.  Mi grito, naturalmente fue instantáneo e instintivo (tan instantáneo e instintivo como cuando grito al ver a algún anélido o a cualquier larva de artrópodo). Después de dos minutos gritando como un poseso solo en medio de la casa, paro al ver que el monstruo en ningún momento se inmutó.

-¿Qué eres?- pregunto estupefaciente.

-Soy el monstruo.- Contesta tranquilamente sin mover ni siquiera nada parecido a una boca. Con un sonido casi etéreo.

-¿Y qué haces aquí?- Pregunto ya algo relajado (Tranquilos, si no seguía gritando era por la resaca)

-Tú te bebiste los tres chupitos, por lo tanto me invocaste.- Dijo el monstruo tan sereno como siempre.

Lo miro de arriba a abajo y compruebo que sigue en ese mismo lugar igual de quieto (vale, sin ningún aire amigable pero tampoco sin ninguna intención aparente homicida). Observé además que no poseía ninguna garra ni cuchilla ni nada que pudiera ser práctico para matarme. Eso creo que me tranquilizó.

-¿Y hasta cuando te quedas?

-Pff no sé... hasta que me aburra.

Entonces inteligentemente fui al grano de una forma muy sutil.

-¿Tienes hambre?

-Na, ya me tomé unos cereales hace un rato. Justo antes de que estuviese velando tu sueño como buen monstruo siniestro que soy.

Pasó mi prueba y seguí así con la conversación un rato. No pasó mucho tiempo y ya estábamos mirando unas pelis en el salón y, como veía que la cosa iba para largo, le hice un juego de llaves y nos preparamos turnos de limpieza bastante permisivos. Fue así como conseguí un compi de piso que duró muchos y buenos meses hasta que, pues eso, se aburrió. 

Y tan siniestramente como vino se fue.

¿Me entiendes?