domingo, 14 de octubre de 2012

Círculo de Brujas

Si quieres emborracharte, Salamanca es tu sitio. Buena bebida, grandes servicios ¡y a módicos precios!. Se dice, que es una de las ciudades con más bares por habitante de toda Europa. Su historia, el carácter de sus habitantes ¡los charros! y, sobretodo, su ambiente de ciudad universitaria, favorecen claramente a convertir a esta urbe perdida en medio de los campos de Castilla a ser Salamanca: "la ciudad de las grandes borracheras".

Pues eso, la noche Salmantina es larga, nublada y fría, así que no hay nada mejor que entrar en calor... y no hay forma de entrar en calor que degustando alguno de los brebajes más característicos de Salamanca: "la ciudad de las grandes borracheras".

Obviando al destructivo "Solitario", de los bares rockeros, o a la célebre "Guinda", del Bar Bolero, quiero destacar a una bebida especial servida en un lugar donde ya no me acuerdo exactamente donde está. Me refiero en efecto al "Monstrum", del bar Círculo de Brujas.

Como ya he dicho antes, el Círculo de Brujas es un bar perdido entre las lagunas de mis resacas. Solo sé que alguna vez estuve allí en ese ambiente poco iluminado con incandescentes velas perfumadas gracias a un almizcle de lo más particular. Pocas mesas (¡o ninguna!) decoran al oscuro suelo de baldosa que está frente a la barra presidido por dos ancianas hermanas "las brujas".

Tras entablar una breve conversación con ellas (como cuando les pregunté como se podía formar un círculo de brujas solo con dos integrantes (¡es geométricamente imposible!)) me mandaron a callar desafiándome al "reto Monstrum" que no es ni nada más ni nada menos que beber tres chupitos Monstrum seguidos (originalidad ante todo). Así que como buen macho vergatario que soy, acepté sin dudarlo y me bebí primero uno, después el otro y el tercero para el final. Dejándome con una cara, según escuché, "de gilipollas perdido, pero feliz al fin y al cabo".

El resultado: Una borrachera perfecta, porque "llegué" a casa al amanecer convencido de haber pasado la noche más completa desde que yo tengo memoria (Al menos más completa desde la famosa salida con El Petao, "el dios campechano de Salamanca"). Más completa, me refiero, porque me acosté convencido de haber bailado como el mejor, convencido de  haberme codeado con las chicas más hermosas y convencido de haber sido por primera vez el centro de todo lo bello que había en Salamanca esa misma noche (¡Y sin derramar la más mínima gota de bilis!). Y todo gracias al efecto "Monstrum", seguro estaba. Y con esa sonrisa de borracho estúpido convencido de ser Dios me acosté de bruces en mi cama.
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Cuando me desperté, ya estaba bien avanzada la tarde. Y sin sentir remordimiento de haber faltado una vez más a la universidad por culpa de la fiesta (cuestión de prioridades) me despierto sin levantarme de la cama consciente de las lagunas que olvidé la noche anterior. 

En fin, la cuestión es que tardé al rededor de diez minutos en enterarme de que a los pies de la cama una gran sombra peluda y oscura como la noche me miraba con sus ojos blancos expectante.  Mi grito, naturalmente fue instantáneo e instintivo (tan instantáneo e instintivo como cuando grito al ver a algún anélido o a cualquier larva de artrópodo). Después de dos minutos gritando como un poseso solo en medio de la casa, paro al ver que el monstruo en ningún momento se inmutó.

-¿Qué eres?- pregunto estupefaciente.

-Soy el monstruo.- Contesta tranquilamente sin mover ni siquiera nada parecido a una boca. Con un sonido casi etéreo.

-¿Y qué haces aquí?- Pregunto ya algo relajado (Tranquilos, si no seguía gritando era por la resaca)

-Tú te bebiste los tres chupitos, por lo tanto me invocaste.- Dijo el monstruo tan sereno como siempre.

Lo miro de arriba a abajo y compruebo que sigue en ese mismo lugar igual de quieto (vale, sin ningún aire amigable pero tampoco sin ninguna intención aparente homicida). Observé además que no poseía ninguna garra ni cuchilla ni nada que pudiera ser práctico para matarme. Eso creo que me tranquilizó.

-¿Y hasta cuando te quedas?

-Pff no sé... hasta que me aburra.

Entonces inteligentemente fui al grano de una forma muy sutil.

-¿Tienes hambre?

-Na, ya me tomé unos cereales hace un rato. Justo antes de que estuviese velando tu sueño como buen monstruo siniestro que soy.

Pasó mi prueba y seguí así con la conversación un rato. No pasó mucho tiempo y ya estábamos mirando unas pelis en el salón y, como veía que la cosa iba para largo, le hice un juego de llaves y nos preparamos turnos de limpieza bastante permisivos. Fue así como conseguí un compi de piso que duró muchos y buenos meses hasta que, pues eso, se aburrió. 

Y tan siniestramente como vino se fue.

¿Me entiendes?

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