Eran ellos,
solo ellos,
bien al norte.
Se miraban
y sin acabar de caer,
el sol giraba sobre ellos
bordeando el horizonte
en un atardecer eterno,
congelado, como el tiempo.
Eran los únicos,
-solo les rodeaba el sur-
Estaban en la cima del mundo.
Un beso
y el círculo polar, por fin, se había cerrado.
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