Vengo
de donde hay un río
y a veces llego a soñar
que nado veloz en él,
casi siempre a contracorriente,
comiéndome todo lo que pase
-no voy a negar mi voracidad-
en esas marrones aguas de llanura
(todo tan limpio como embarrado).
Cuando me apetece muerdo anzuelos
(siempre lo hago conscientemente)
para ver como es todo allá arriba
y mirar al sol a la cara, sin asustarme.
No suelo preocuparme por el pescador
que después de una fotografía
me libera para continuar mi marcha
(casi siempre, insisto, a contracorriente)
No voy a la mar, sino al origen.
Llámala montaña,
llámala fuente,
poco importa
ya que siempre pasa lo mismo:
que cuando casi llego, me despierto de esta magia,
algo triste, pero convencido al menos
de que los Lucios somos peces de río.
(Y vivimos y soñamos para seguir nadando)
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