martes, 29 de septiembre de 2015

Marte

El sol se va alejando de este hemisferio. La luz ya no calienta como antes.
Es algo inexorable, como la lluvia que enfría el mediterráneo o la burbuja térmica de Madrid.

Cuando tomas tantos autobuses te terminas acostumbrando a verlo todo cambiar.

A veces pienso que atravieso Castilla entera solo para caminar por el mismo río, 
o para ser testigo de un eclipse un domingo a las cuatro de la mañana.

Qué cerca me siento cuando me dicen que, después de todo, hay agua en marte. 
No entra la soledad entre tanto eco resonando, una vez y otra vez, por el vasto universo.

martes, 22 de septiembre de 2015

Mujer naranja

Mujer naranja, he venido para experimentar porque hoy me desperté con ganas de mancharme de ti. Pero te advierto: traigo la paleta cargada; estoy dispuesto a acabar con tu simetría. Sé que bajo esos vértices, que se crecen al verme verde, hay curvas violetas; el color que mejor te sienta, y por el que estaría dispuesto a morderte si hiciera falta.

Mujer naranja, he venido porque extrañaba tu manera de cambiar de forma. No lo sabes, pero eres más tridimensional de lo que crees. Me gustaría (siempre lo desee) poder percibirte en cuatro, cinco o cien dimensiones (todas espaciales), pero no puedo hacer más que imaginarte en cada una de ellas, cada vez que me llega tu voz y me acaricia la cara.

Mujer que te crees naranja, he venido, en definitiva, para invadir tu espiral y fundirme en tu sonrisa. Qué placer ver la ventana blanca, caminar dentro de ti y sentir, por un momento, que siempre será hoy.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Unos y ceros

El universo que hay dentro de mí se expande,
quizás a mayor ritmo que el universo que habito
y que habitas.
No sé si algo en mí explotó o si poseo energía oscura,
pero a cada segundo que pasa crece y crece.
Cada vez más rápido. Tengo un problema.
No pasaría nada si fuera infinito o eterno.
Pero yo solo soy. Carne y hueso.

Intento dar. Intento escribir. Intento sacar de mí todo lo que puedo.
Intento amar, 
y abrir todas las válvulas de escape que se esconden en mí.
No es broma: Este cuerpo se queda pequeño.Y el universo se expande.
Por momentos me bloqueo, 
por momentos no encuentro las palabras adecuadas 
o las soluciones apropiadas.
Y es que solo soy carne y hueso, 
y esto que lees, unos y ceros.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Confesión

Leo al sol. Lo hago casi religiosamente, al menos una hora; lo intento cada día. Me siento cuando el sol más quema, cuando más se siente el calor, y cuando el resto de la gente, que no sabe disfrutar del sol como yo, huye a la sombra en busca del cobijo de los árboles. Me siento y leo, pero también observo, y a veces soy también observado. Cuando esto sucede, me divierte imaginar sus pensamientos, casi siempre con la arrogancia de creer que me juzgan en silencio, escondidos detrás de miras telescópicas. Yo no les juzgo porque difícilmente sin mis gafas los veo, pero les comprendo su rechazo a luz. El sol de Salamanca es duro, cae sin filtro ni piedad, templando las piedras y rebotándose en ellas. El sol quema, eso lo sabe todo el mundo, pero lo que muchos ignoran es que también es capaz de convertir un pueblo de piedra en toda una ciudad dorada.

Leo bajo el sol, porque algo hay que hacer bajo el sol, y la lectura no me parece un mal pasatiempo. Leo de todo; analizo y devoro de una forma carnívora, porque el sol me da hambre. A veces leo sin leer, cuando prefiero leer la vitamina D y no las páginas que paso despreocupadamente. Leo como escucho música, porque en ocasiones es el libro el contexto del momento y no al revés. Leo solo en un acto completamente introspectivo. Leo al sol para pasar desapercibido y confundirme en el paisaje, pero casi nunca me importa ser visto, ni tampoco, reconocido. Lo hago al sol porque quizás mi abuelo cada día al sol estaba, rompiendo baldosas para crear mosaicos. Él también esculpía y pintaba bajo el sol, y a mi eso me encantaba. Creo que le honro al acordarme y retratarme en él, aunque en mucho difiere su tarea creativa con mi afán deconstructivo de leer y devorar lectura ligera.

 Por la noche, cuando el sol se va, me gusta tocarme y sentirme tibio. Me acuesto con el cuerpo cargado de luz y me duermo con infinitas ganas de mañana.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Gota Fría

Ya            no       existe          Ciudad        Verano.                 Se          fue.

Se              diluyó          entre          agua,          viento          y          granizo,

haciendo        las        maletas       tan        rápido       como       pudo,

despidiéndose          con          un           seco        beso          tranquilo.

Como                griegos,                 fenicios                 y                 romanos

las          ruinas       y          el          silencio       son          su          único          vestigio.

Aquí    quedamos    el       resto,          así          de          desubicados,

desahogando                 sótanos,                 secando                 libros.

Neptuno                 y          las       ocho          acequias          sonríen

ante          tanto        trueno,          traqueteo          y          alarido:

la                 gota          fría          llegó          a                 Valencia,

y                 yo                 aquí,                 tan                 desvestido.