Ya no existe Ciudad Verano. Se fue.
Se diluyó entre agua, viento y granizo,
haciendo las maletas tan rápido como pudo,
despidiéndose con un seco beso tranquilo.
Como griegos, fenicios y romanos
las ruinas y el silencio son su único vestigio.
Aquí quedamos el resto, así de desubicados,
desahogando sótanos, secando libros.
Neptuno y las ocho acequias sonríen
ante tanto trueno, traqueteo y alarido:
la gota fría llegó a Valencia,
y yo aquí, tan desvestido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario