miércoles, 13 de enero de 2016

Sexto hombre

El sexto hombre de un equipo de NBA es aquel que está sentado con los otros reservas en el momento en el que se inicia el partido. Sin embargo, el sexto hombre jamás es un suplente más a pesar de ser la sexta persona en una plantilla donde solo son cinco los titulares. El sexto hombre suele aparecer en el minuto cinco, y por lo general tiende a estar sus 20-25 minutos en la cancha. Aparece cuando es menester sorprender, porque de esta manera se hace más daño al rival que cuando simplemente está y le esperan. El sexto hombre sale corriendo al parquet y sabes que está ahí porque el público aplaude. Entra cuando el otro equipo está cansado; su llegada es un mensaje implícito del entrenador: Es momento para atacar. Porque el sexto hombre es lo suficientemente egoísta como para jugarse él solito todos los triples que haga falta, aunque falle la mayoría, pero lo suficientemente habilidoso y, sobretodo, fogoso como para meter la canasta decisiva en el partido que a éste le dé la real gana.

En cuestiones de roles, el sexto hombre nunca es la estrella del equipo, ni siquiera suele ser su flamante escudero, sin embargo es el principal motivo que lleva al entrenador rival a sacar a la pista a su suplente más defensivo. Porque el sexto hombre está loco o, al menos, el buen sexto hombre está loco, y la locura suele ser, como en la mayoría de los ámbitos de la vida, algo muy difícil de defender. En algunos casos, es el propio sexto hombre quien prefiere quedarse con el rol de sexto hombre y no de estrella o de titular indiscutible, ya sea por humildad o locura, porque la mayoría de sextos hombres bien podrían ser titulares en la mayoría de equipos de la NBA. Una cuestión de particular interés, que bien puede explicar esto último, es que el sexto hombre trasciende sobre los esquemas y no entiende de posiciones. Simplemente juega donde el entrenador le diga, aunque en la mayoría de las fases del partido sorprenda por donde le apetezca. El sexto hombre es la variable que rompe la constante. Es vital en un buen sexto hombre un punto de rebeldía, que lo convierten en una pieza idolatrada por el público, entregado, normalmente, por su carisma de anti-héroe incomprendido.

El sexto hombre es así porque aparca el cerebro para jugar con el corazón. El sexto hombre, a veces, vale más que los cinco que salieron de entrada.

Pero, por encima de todo, el sexto hombre es paciente porque sabe que, aunque no sea ni estrella ni titular siquiera, en algún momento le tocará levantarse del banquillo y sacar su alegría a la cancha.


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