martes, 25 de octubre de 2011

Ella y los monstruos

Ella dijo que temía a los monstruos,
que los veía todos los días a todas horas,
que la observaban al pasar, 
pues era diferente.
Pero, a pesar de todo,
nunca le hicieron nada.


Los monstruos dijeron que la temían a ella,
que la veían todos los días a todas horas,
que los observaba al pasar,
pues eran diferentes.
Pero, a pesar de todo 
nunca les hizo nada.


El día de que ella logró hablar con un monstruo,
el día de que un monstruo logró hablar con ella,
surgió algo mágico:


Ellos nunca más fueron monstruos,
Ella nunca más fue ella.


Ahora son uno.

jueves, 20 de octubre de 2011

El hombre lienzo

Cuenta la leyenda, que en algún lugar del gran campo (nadie sabe cuál exactamente), existe un hombre que es capaz de expresar las ideas y sentimientos de las cosas inanimadas. Hombre lienzo lo llaman.
Él no toca el piano, es el piano quien le pide que le haga un masaje; él no escribe sobre un folio, es el folio quien le pide que le rasquen de izquierda a derecha, de arriba abajo y usando palabras determinadas; él no pinta cuadros, es el lienzo quien le dice donde quiere tener este o aquel color.
El resultado son las sinfonías más exquisitas, las novelas más inteligentes, los poemas más sensibles, los cuadros con más vida…
Todo lo hace sin ánimo de lucro. Nunca nadie supo su nombre, siempre firma como lo que él dice “el verdadero autor”. Por eso, no es raro disfrutar de grandes obras de autores llamados “madera de roble y acero del piano”, “papel y madera de eucalipto con un poco de grafito”  o “tela de algodón del lienzo”.
Algunos creen que se trata del chií presente en los espíritus de árboles, plantas o animales muertos; otros dicen que es su forma de hacerse conocer; otros creen que está influenciado por seres de otro planeta; la mayoría simplemente cree que está loco de remate.
Y mientras el resto del mundo sigue con esta inútil discusión, en algún lugar de aquel gran campo, aún sigue allí, procurando humildemente seguir haciendo bien su trabajo, complaciendo la voluntad de las cosas, hasta el final.

miércoles, 19 de octubre de 2011

TV

Mirando la TV te espero.
Las horas pasan, aunque no es tan duro para mí.
Esta película no es tan mala,
Como me lo habías dicho tú, antes de partir.
Sé que volverás.
Sabes que nos necesitamos.
Somos hijos de esta droga
a la que muchos llaman amor.

Las horas pasan
y la TV sigue funcionando.
Espero que tú también
Espero que yo también
Nos necesitamos,
Vuelve pronto
Hermana dela droga.
Hermana del amor.



martes, 18 de octubre de 2011

Soneto

Perdón por este vocabulario,
perdón por esta medición,
pues considero profanación
llamar a esto "poemario".

Que acabe ya el calvario
¡qué gran desesperación!
pues me pilla sin inspiración
encontrar una rima con -ario.

Y lo escribo sin amargura
que para mí redactar poesías
es peor que la peor tortura.

Por eso acabo con la tontería
y me olvido de toda escritura.
¿Estará abierta la cafetería?

viernes, 14 de octubre de 2011

Hijos del mundo

Hijos del mundo, ¿por qué destruís vuestra casa?

Hijos del mundo, ¿por qué matáis a vuestros hermanos?

Hijos del mundo, ¿por qué creáis?

Hijos del mundo, ¿por qué amáis?


Hijos del mundo, ¿quiénes sois?


jueves, 13 de octubre de 2011

Inner Sanctum

Las 6 de la mañana y de camino a casa.
Una vida acaba y un nuevo día comienza,
así debe ser,
está escrito,
ese es el destino.
¿Pero existe el destino?
¿Quién lo escribe?
¿No puedo cambiar mi destino?
¿Será, acaso, poder cambiar mi destino, mi destino?
Leo poco, escribo menos, pienso demasiado.
¿Por qué pienso tanto?
¿Por qué imagino tantas cosas?
Siempre procuré conservar mi imaginación intacta.
Quizás es porque tengo una mente algo infantil.
Quizás por eso puedo llegar a ser gracioso.
Pero ¿un niño es así? ¿eso es bueno?
¿Se ríen conmigo o se ríen de mí?
¿Por qué me interesa que lean esto?
¿Por qué me da vergüenza que lo hagan?
¿Por qué escribo?
Quizás, ni siquiera, lo hago bien.
Quizás esto no es lo mío.
En fin.
Amanece.
El destino sabrá…
Si existe, claro.

                           

miércoles, 5 de octubre de 2011

Breves desde Salamanca 1: Yo, podólogo

Si a algo le falla mi piso (además del Internet) es que está algo lejos del centro. A pesar de que está conectado con el centro por un autobús, y en ausencia de bicicleta, voy siempre andando. Con subidas y bajadas tardo alrededor de media hora y si a esto lo multiplicamos por cuatro, al día me recorro a pie, como mínimo, algo más de 13Km. Como resultado lógico, los únicos perjudicados son mis pies, que apestan cada día peor. Llegaron a oler tanto, que una noche me costó bastante dormir. Pero, ahora en mi faceta de podólogo, descubrí un placebo temporal PERFECTO para erradicar el mal de pies. Todas las noches, después de una duchaja, embadurno mis pies con un mejunje Art Attack compuesto por seis partes de agua y una de lejía. El resultado: mi olor de pies se reduce en un 85% y dura toda la jornada hasta la duchaja siguiente.

Unos pies desinfectados y corrosivos son unos pies felices.




Ahora ya sabéis porque SIEMPRE uso chanclas en verano.

martes, 4 de octubre de 2011

"Horible"

Escrito a las 00:19 en mi habitación. Colgado a las 12.15 en el parque del palacio Anaya.

Después de una semana en Salamanca ya podemos sacar muchas primeras impresiones y algunas primeras conclusiones. Podemos hablar de mis primeras noches de fiesta salmantina, de las clases y de los profesores, de la universidad, de la gente... Podemos, en definitiva, hablar de esto y de mucho más, pero no voy a dejar escueta la cosa y voy a continuar un poco mi entrada anterior. Sí, vamos a continuar hablando del piso.

A pesar de que la compañera Erasmus se queda en el piso y en su habitación finalmente, a pesar de que aún no me trajeron ni el escritorio ni nada, a pesar de que seguimos sin el contrato firmado, a pesar de que también nos tienen que traer productos de limpieza... a pesar de esto y MÁS, sólo hay un defecto del piso que permanece en mente con particular fuerza en mi compañera eslovaca, llamémosla Eda, y en un servidor. Con este ejemplo de una típica conversación entre Eda y Lucio todo se verá muy claro:

Lucio- Hola Eda, ¿Qué tal?

Eda- Bien, hoy no he ido a clase.

Lucio- Ajá.

Eda-Tenemos que llamar a Dani para hacer el contrato para poder contratar internet. ES HORIBLE VIVIR SIN INTERNET (No pronuncia las RR).


Así día sí y día también. "Es horible vivir sin internet" dice siempre ella, y lo es. Desde que he llegado aquí me he conectado casi siempre en cafeterías (gastándome mínimo 2.20€ cada vez que voy) pero también he encontrado wifi en las puertas de la facultad, en la biblioteca e incluso en la escalera de una iglesia pillando el wifi de un McDonalds de en frente. Todo esto para llegar a casa y escuchar una voz con acento élfico que me recuerda que “Es horible vivir sin internet”.

Así pues llegó el día en que quedamos que la vida “horible” tenía que acabar pronto.

Como sí que llega wifi a nuestras antenas pero con seguridad de por medio, decidimos hacer una incursión (Eda y Yo) piso por piso en busca del wifi codificado proponiendo compartirlo a cambio de un reparto económico de la factura. Lógico, fácil. Pero nada te lo regalan y apartamento por apartamento descubrimos que este edificio está casi completamente deshabitado de gente y aún más despoblado, si cabe, de internet. Sólo nos abrió, en el tercer piso (vivimos en un cuarto), un vecino danés que, en una breve pero intensa comunicación en inglés con mi compañera trilingüe eslovaca (Yo me límite a decir “hola” y “cenquiu”), nos comunica que lo iba a hablar con su novia. Así que nos aconsejó volver a las 21.00.

Y a las 21.00 volvimos. Eda y yo, yo y Eda. Dos personas opuestamente diferentes unidas por el bien común, en la búsqueda de la preciada señal wifi, en la búsqueda de volver a probar algo de ese, ya lejano, elixir llamado “internet en casa”. Nosotros dos llamamos a la puerta, pero solo el silencio nos contestó. Cuando ya nos disponíamos resignados a subir por la escalera en dirección a nuestro piso, una voz celestial sonó en el ascensor gritando “¡Planta tercera!” (El ascensor de nuestra finca tiene la particularidad de que la voz que anuncia las plantas es la de nuestro portero. Una voz algo ronca, basta y muy de pueblo). Eran ellos.

Muy amablemente nuestros vecinos, en vez de limitarse a darnos la contraseña, nos invitaron a entrar a su casa, la cual tienen perfectamente y completamente amueblada con TV de plasma de 40 pulgadas, Xbox 360 y todo (la nuestra, en cambio, está vacía, como si de una vivienda ocupa se tratase). Nos sentamos y tuvimos una grata y multicultural conversación. Al parecer ellos son una pareja de un danés y de una chilena que se mudaron a Salamanca para estudiar desde primer curso hasta terminar la carrera. Nunca supe sobre su edad (de 21 a 23 parecen), ni me acuerdo de sus nombres, pero sí que supe que ella vive del dinero de sus padres y él de las generosas ayudas a estudiantes del gobierno danés producto de unos impuestos superiores al 45%. Así que, después de unos tres cuartos de hora de agradable charla y después de enterarme de que el danés también, al igual que yo, va a primero en filología hispánica, nos despedimos quedando en salir todos juntos el próximo jueves de fiesta.

Y con nuevos amigos y con la contraseña de internet bajo nuestros brazos, volvimos exitosos a nuestro piso de nuestra cruzada particular contra el aislamiento cibernético.

Pero nunca la vida fue fácil y, por eso (quiero creer), esa señal inalámbrica nunca fue detectada por ninguno de los tres ordenadores. Así que, da igual el buen momento pasado, da igual los nuevos amigos, da igual TODO. La vida “horible” continúa.