viernes, 15 de julio de 2011

Verdulero y Carnicero

Ocurrió en un pueblo minúsculo.

En una calle estrecha y corta, estaban enfrentadas dos casas. La primera era la casa del verdulero y la segunda era la casa del carnicero. En el bajo de la casa del verdulero estaba la carnicería; en el bajo de la casa del carnicero, estaba la verdulería. Los dos eran hombres amables y respetados a pesar de ser recién llegados a la pequeña aldea. Ambos tenían una agradable mujer, unos hijos estupendos y ambos eran grandes amigos. Daba gusto ver como se saludaban cuando cruzaban la estrecha calle para volver a sus respectivas casas. Las dos familias cenaban juntas todos los domingos montando una larga mesa en la calle que separaba sus hogares y negocios, las dos familias acompañaban a sus hijos al autocar que les recogía para ir a la escuela y las dos familias se ayudaban en todo. Eran el paradigma del pueblo.

Pero no pasó mucho tiempo hasta que los vecinos se dieron cuenta de una cosa: los maridos llegaban a sus respectivas casas mucho más tarde de lo que cerraban sus respectivos negocios. Es ahí cuando el pensamiento pueblerino empezó a abstraerse y a abstraerse hasta llegar a una conclusión válida: "El carnicero tiene una aventura con la mujer del verdulero y el verdulero tiene otra con la mujer del carnicero". Como era un pueblo de muy pocas personas y de muy pocas noticias, el cotilleo se extendió a la totalidad en muy poco tiempo cambiando drásticamente así la relación del pueblo con la de las dos familias.

Al ver que las mujeres desmentían todas las acusaciones, la masa enfurecida cegada por la curiosidad decidió hacer una visita a las ya cerradas carnicería y verdulería. A la fuerza abrieron los candados y entraron en los dos negocios para ver que ocultaban. En la verdulería no había nadie. Era en la carnicería donde sin camiseta el verdulero y el carnicero se encontraban abrazándose asustados y avergonzados por el desafortunado desvelamiento de su gran secreto. El verdulero lloraba, el carnicero le consolaba, los vecinos murmuraban y desaprobaban.

Una semana después ya no había verdulero ni carnicero en el pueblo. En su lugar, un asiático viudo y su tienda de ultramarinos 24 horas.


Fin

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