lunes, 9 de enero de 2012

Tachones

Susurraba y balbuceaba con su bolígrafo
sobre esa pequeña libreta cada vez más destrozada.
Pero antes de tachar los garabatos producidos,
alzó la vista al mundo para comprobar que en realidad en una isla vivía. 

Volvió a escuchar el silencio del indiferente viento que contrasta salvajemente con los rugidos del irascible oleaje.

Volvió a sentir a los millones granitos de arena que cuando no te ignoran, chocan contra ti solo para proseguir con su egoísta camino.

Y volvió a saborear la sal. Que aún poseía en su garganta después de haber tragado con todo lo que una vez pudo haberle ahogado.

Así que sin pensárselo, tachó lo escrito,
arrancó la página y la arrojó al mar, cada vez más sucio
pues miles de hojas blancas flotaban en ese océano del desengaño.

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