Dos jóvenes conversaban tranquilamente en el jardín a la sombra de un gran árbol. De repente, a uno de ellos, le cae una manzana en la cabeza. El desafortunado, un chico llamado Isaac, en vez de soltar un gesto de dolor o sorpresa, exclamó un famoso "Eureka". Y es que fue ahí cuando se dio cuenta de que la fuerza que atraía la manzana hacia el suelo y la que mantenía a la luna en la órbita terrestre no era sino que la misma. Había unificado en un solo paso al cielo con la tierra en una teoría que llamó gravedad.
Murió sin tener idea de como funcionaba.
Sucedió en Escocia, a mediados del siglo XIX.
De excursión en medio de la montaña, un hombre barbudo marchaba apurado en dirección a casa debido a que se encontraría en mitad del epicentro de una tormenta inminente. Como la oscuridad y la bruma hacía imposible la orientación sacó su vieja brújula que siempre llevaba para orientarse, aun conociendo bien el terreno. Al comprobar en qué dirección se hallaba el norte, un enorme rayo llenó de luz el cielo captando la atención de todo. De todo menos de sus ojos, que miraban atónitos como su brújula empezó a bailar alocadamente cada vez que aquellos rayos aparecían. Fue en ese instante cuando James Clark Maxwell descubrió que la electricidad y el magnetismo no eran más que dos partes de una misma fuerza.
Sucedió en EEUU, en 1968
Al final de una clase, al joven Leonard Susskind le muestran en la pizarra una vieja ecuación, la cual había sido recientemente instrumento de un descubrimiento muy importante. Obsesionado con esta, Leonard se encierra en su ático convencido de que se puede extraer algo más de dicha fórmula. De esta forma, dos meses más tarde, Susskind descubre que esa ecuación tan importante describía unas partículas con una estructura interna diferente. Estas partículas internamente vibraban, mostraban un comportamiento que no se limitaba al de una partícula puntual, sino que se trataba de una cuerda, una goma que ondeaba. De esta manera redactó un artículo y lo envió para que este descubrimiento revolucionario sea publicado. En él expresa la posibilidad de unir las dos teorías más elementales -la relatividad y la mecánica cuántica- bajo un mismo techo, su "teoría de cuerdas". Esperando ser reconocido como "el nuevo Einstein", recibe la contestación:
Este artículo no es demasiado bueno, será mejor no publicarlo.
El champan caro que compró para la celebración acabó ahogando sus penas.
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