jueves, 5 de abril de 2012

Migrañas

Sentado, solo en la plaza d'Italia,
leía exhaustivamente
con Nietzsche entre sus manos.
Pero sin previo aviso,
un rayo de dolor le atravesó,
haciéndole arrojar a Zaratustra
y a sus palabras al suelo.

Volvía a ocurrir.

Unos duros pinchazos en el abdomen
y una súbita pero leve jaqueca,
llenaron de luz los ojos de este señor,
quien se revisó el bolsillo de la chaqueta,
sacando la pequeña caja metálica
a la que agitó sin respuesta alguna.
Ningún analgésico ya quedaba.

Entonces se fue corriendo.
Él sabía que solo existía otra forma
de hacer desaparecer esos dolores:
Presentándose ante el lienzo, 
pintando sus visiones.

Y pintó plazas vacías, 
vacías de gente por la primera
de las dos grandes guerras.

Y pintó maniquíes: 
Maniquíes como la sociedad, 
controlada por unos pocos.

Maniquíes como él,
Giorgio de Chirico,
controlado por la migraña.


No hay comentarios:

Publicar un comentario